El segundo intento de lanzamiento de la misión Ares I-X se llevó a cabo con éxito notable. Aunque durante el inicio de la ventana de oportunidad todo parecía sugerir que la meteorología volvería a impedir la partida, lo cierto es que a apenas media hora del cierre de ésta se encontró por fin en la capa nubosa el hueco adecuado para efectuar el despegue. El vuelo, que ha costado 445 millones de dólares y que empezó a prepararse hace casi cuatro años, tenía como objetivo probar la aerodinámica del Ares-I en la atmósfera, así como medir otros muchos parámetros durante la sucesión de eventos (maniobra, separación de la etapa de propulsión, paracaídas, etc.). Tal y como fue concebido, el Ares I-X debería ser sólo la primera de una serie de misiones que sirvieran para poner en servicio el sistema de transporte de la futura cápsula tripulada Orion, sustituta de la actual lanzadera espacial. El estado de revisión del programa Constellation, sin embargo, no permite afirmar con seguridad que el desarrollo del sistema Ares vaya a continuar. En todo caso, la NASA recibió la autorización para proceder con el vuelo, teniendo en cuenta su naturaleza experimental y la probable obtención de valiosos datos. Deberán ser ahora los ingenieros quienes extraigan la verdadera utilidad de él. Si esta información podrá ser aplicada al Ares-I o no, es algo que queda por ver. Mientras tanto, la agencia puede sentirse satisfecha de la misión. El vehículo despegó a las 15:30 UTC y de inmediato inició su plan de maniobras. La primera consistió en una ligera desviación de la tobera del motor para posibilitar apartarse lo antes posible de la torre de lanzamiento 39B. Superó la plataforma en apenas 6 segundos. El cohete, compuesto por un motor sólido RSM-91A de cuatro segmentos, el mismo que el de los aceleradores de la lanzadera espacial, aunque con alguna variante en el combustible utilizado y en la estructura de la tobera, ascendió sin dificultades y funcionó durante los dos minutos previstos. Agotado el combustible a unos 130.000 pies, se activó la secuencia de separación respecto a la maqueta instalada sobre él, que incluyó el funcionamiento de unos motores laterales para impartir un movimiento de bamboleo sobre la primera etapa, ayudándola a frenar y a distanciarse de su carga. Lo más sorprendente en este instante fue que la maqueta superior no siguió ascendiendo de forma rectilínea, como se preveía, sino que también empezó a derivar lateralmente. No parece que ambas estructuras llegaran a contactar, sin embargo. En una misión completa, se hubiera puesto en marcha el motor de la segunda etapa y el vuelo de la Orion hubiera proseguido hasta la órbita. El conjunto, en esta ocasión, alcanzó un apogeo de unos 46 km. Las cámaras instaladas a bordo permitieron ver la apertura de los paracaídas de la etapa de propulsión, que finalmente descendió hasta el Atlántico, 6 minutos después del despegue, donde permaneció flotando hasta que fue recuperada por los barcos de rescate. La maqueta, por su parte, se precipitó como estaba previsto hasta el mar, donde se hundió. Los ingenieros recibieron vía telemetría los datos de los 700 sensores instalados a bordo, información (temperaturas, vibraciones, presiones, cargas, etc.) que será analizada durante las próximas semanas. Se espera que dicha información ayude, si es el caso, a mejorar el diseño del Ares-I y a construir un vehículo seguro para transportar astronautas hasta el espacio. Durante los próximos meses, y en función de las decisiones que se tomen respecto al programa, la NASA tiene ya programadas otras pruebas, como el ensayo de la torre de emergencia de la capsula en primavera. Pero, si bien la Orion parece probable que se materialice, el Ares-I podría acabar siendo cancelado y sustituido por otro sistema. El éxito de la Ares I-X podría tener alguna influencia en la decisión, aunque todo dependerá de lo que la administración Obama esté dispuesta a gastar en el programa tripulado de la NASA. (Foto: NASA)