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miércoles, 15 de noviembre de 2006

Anécdotas Espaciales (7): Ham No Quiere Volver a Volar

El 31 de enero de 1961, la NASA lanzaba desde Cabo Cañaveral una nueva misión de prueba para su programa Mercury. El objetivo era simular exactamente aquello que sentiría el primer astronauta americano durante su histórico viaje suborbital. Para ello, se eligió la cápsula número 5, y se colocó en ella un contenedor en el que viajaría un chimpancé, el pequeño Ham. Este pertenecía a un grupo de seis chimpancés entrenados en el centro de medicina aeroespacial de Holloman y era capaz de permanecer mucho tiempo en el interior de una cápsula Mercury. Su labor sería únicamente mover algunas palancas en función de diversas luces activadas. Por ello recibiría golosinas como premio, o pequeñas descargas eléctricas como castigo, si no lo hacía bien.
El despegue se llevó a cabo sin incidentes. Sin embargo, un problema en el regulador de aceleración del cohete Redstone (MR-2) proporcionó un exceso de velocidad que no se resolvería hasta que, a los 137 segundos, se agotó el oxígeno líquido utilizado como comburente. Respondiendo a esta anomalía, entró en acción el cohete de la torre de emergencia, apartando a la cápsula del vector y llevándola a una altitud máxima de 253 km, superior a la esperada. Ello supuso un período de ingravidez de 7 minutos para Ham, que no pareció afectarle a juzgar por sus movimientos. Durante la reentrada, el animal soportó una desaceleración de 14,7 Gs, más elevada de lo normal. La cápsula también se despresurizó, pero ello no afectó a su ocupante, que viajaba dentro de su contenedor hermético.
Tras un vuelo de 16 minutos y 39 segundos, la cápsula amerizó en el Atlántico, a 679 km de distancia del punto de despegue, unos 209 km más allá de lo previsto. El saco de impacto, que se abrió poco antes de contactar con el agua, funcionó bien, aunque la prolongada espera hasta la llegada de las fuerzas de rescate y la violencia de las olas provocaron que el escudo térmico de berilio se desprendiese y el saco se dañase, empapándose de agua. La cápsula vio penetrar un poco de esta agua en su interior debido a la válvula abierta que despresurizó previamente la cabina durante el descenso.
Por fortuna, Ham fue rescatado sano y salvo. Una rápida revisión confirmó que se encontraba en buenas condiciones. Pero cuando más tarde fue acompañado por sus cuidadores hasta la cápsula Mercury que había protagonizado su viaje, el animal se comportó como si hubiera visto a un fantasma. Casi histérico, obviamente debido al mal recuerdo que le había proporcionado, Ham no pudo ser reintegrado al grupo de entrenamientos Mercury. Sin saber hablar, ¡había dejado bien claro que no quería volar nunca más al espacio! (Foto: NASA)

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